lunes, 9 de mayo de 2011


El corazón de la tierra cabalga
Atravesando bosques idílicos
Siente la fuerza del viento,
¡Jinete veloz y libertino!
Siguiendo el canto de las hojas
Se desangra y un largo camino
Rojo sobre verde señala,
Pasaje de vivo fluido
Por el que otros corazones
Han de galopar decididos:
Arrean con nobles arterias
Al ferus que llevan consigo
Y la vena cava inferior
Afianzan en el estribo.
Laten ávidos de aire
Hallando cerca el destino
Que la sangre madre marcó
En rojizos trazos finos.
Válvulas aórticas propulsan
Oxígeno onírico y ductivo
¡Y la arteria aorta suspira
En este corazón mío!

Feliz y exhausto ya triunfa
En el locus del mediastino
Aquel corazón que ha llegado
En trote veloz y furtivo.
Detrás quedan todos los otros
Y a paso certero y sentido
Conquista estas tierras amenas
Que otros no han recorrido.
Se abre un paisaje en mi pecho
Y posa entre flores tendido
El jinete surreal que cabalga
Livianos y etéreos equinos.

Descansa en un lecho de versos,
Señor de este bosque fruitivo;
Te arrulla con suaves murmullos
Este alma que trae el río.
Y en el silencio de la noche
Mientras el cielo contemples tendido,
Verás escritos en las estrellas
Estos versos que allí han surgido.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Jano

Párpados boreales, umbrales que se abren en un rostro atemporal. Un ojo llora el pasado, el otro anhela aquel futuro utópico, ideal. Nosotros, venimos siendo, una herida profunda en el medio de la frente: somos sangre que fluye, dinamismo, presente...
Lo primero que recuerdo haber sentido fue su respiración. Luego, la mirada en la nuca.
Las inevitables gotas de sudor nervioso comenzaron a recorrer los caminos habituales sobre mi cuerpo, para terminar donde siempre.
Intenté simular en mis interiores un halo de estabilidad, de integridad y autoconfianza, aun sabiéndome descubierta.
Mas es la única mirada que me conoce, la única que quiebra la superficie y destruye mis muros teatrales con una facilidad irritante.
Y entonces, es como siempre. La sensación-certeza de estar siendo visto en un estado y actitud deplorables, entiéndase, pretendiendo que no se ha caído en cuenta de haber sido descubierto, y aún más patético, osando autoconvencerse de ello.
Es ser el último en esconderse y haber elegido el peor y más predecible de los escondites; es ser la tortuga en un juego en el que hay que correr para liberarse.
Él sabe que ha ganado. Lo supo desde el primer momento.
Jamás tuve la posibilidad de liberarme, porque jamás quise esconderme de él.
En el fondo, siempre anhelé que me encontrara.
Lo espero mientras me expongo, vulnerable y visible, a sus ansias de ganar.
Y se escapa un gemido de mis labios, casi cómplice, mientras lo oigo contar con la picardía del cazador que sale en busca de su presa más fácil.
Él siempre sabrá dónde hallarme.