domingo, 15 de octubre de 2017

El ser humano ha sido dotado de una inteligencia que lo diferencia del resto de los seres vivos. No cabe duda de que, a lo largo de la historia, éste ha sabido utilizar esa inteligencia: no tanto en sus actos,  sino más bien para justificar desde argumentos racionalizados todas sus animaladas. Ha perfeccionado su retórica, su elaboración de argumentos, su capacidad de persuasión. Ha aprendido a valerse de las palabras. A convencer a través de ellas. Los actos bestiales se han disfrazado detrás de la máscara de la comunicación verbal. Explicar un porqué. Una lógica para todo acto, enmarcado siempre en un contexto debatible. El lenguaje le ha dado también un "don" único: la posibilidad de mentir. El ser humano sigue su instinto y muchas veces mata, viola, acecha, masacra, destruye. Pero a diferencia del resto de los animales, puede decir que no lo ha hecho. O buscará poner la culpa en algo ajeno a él: culpará a otro. Buscará alguna justificación. Intentará jugar con la duda.

El lenguaje también le permite manipular y lograr admiración y respeto de otros pares, aún cuando esté anunciando, con un par de adornos, actos nefastos.

Esa es la inteligencia que lo pone en otro peldaño: la que le permite tomar el pelo y hacerse pasar por alguien que no es.

El resto de los animales son auténticos. La presa no oculta su miedo, el depredador no muestra falsa compasión.


El hombre es una bestia con un buen disfraz, que es su estructura.