domingo, 20 de abril de 2014

Las necesidades impuestas,
las chácharas vacías.
El cardumen de pirañas
masticándote las sienes
en un mar sin agua.
Las embolias artificiales,
la aneurisma consentida.
Las carnes primero,
el resto no esta expuesto,
el resto cuenta para pocos
y acá lo que importa es la llegada rápida,
los encantos instantáneos,
la idiotez adornada.
Las virtudes están desvirtuadas,
las banalidades se jactan desde su pedestal.
Al conocimiento se le huye
casi tanto como a las arrugas.
Las mujeres reniegan más por un culo caído
que por una equidad desmoronada.
Y a los tipos les preocupa enormemente el tamaño de su pene
pero no les quita el sueño una inteligencia microscópica.
Pesan los asuntos circunstanciales,
superficiales,
capitalistas,
mucho más que la pobreza espiritual.
Nadie se avergüenza tanto de lo que le falta por dentro
como de lo que le falta o le sobra por fuera.
Y cuando hablo de espíritu
no hablo de religión:
ella también está manoseada por intereses de poder,
y plagada de axiomas que nacen de la ignorancia
y que rechazan la pluralidad de caminos espirituales
que conduzcan hacia la felicidad.
Hablo de la intención de sentir una riqueza interior,
que se nutra de naturaleza,
de diálogo,
de fraternidad.
Hablo de abrir los brazos y recibir el amor del mundo,
de querernos a nosotros mismos
en términos no narcisistas,
de cuidar lo que somos en esencia,
y de no dejarnos penetrar tan fácilmente
por lo que todos los sistemas quieren que seamos.

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