sábado, 9 de mayo de 2009

Abúlico

El hombre se sienta, fatigado, en su viejo sofá. Sostiene un vaso de whisky, su viejo compañero, el único que queda.  Escucha con sus oídos desgastados los ruidos  pérfidos de una tarde homicida, mientras inhala la humedad de unas paredes a punto de desvanecerse y de transformarse en miles de partículas de polvillo descendiendo sobre superficies corroidas, ridículos sostenes de materia. Un ventanal frente a él. Y un vidrio agrietado, para ver a través, con sus ojos cuasi-ciegos, un cielo oxidado que gotea sobre el asfalto, y que ahoga en sus charcos a un pájaro sin pico ni alas que yace moribundo en una esquina sombría, imperceptible para quienes pasan a su lado, sin siquiera notarlo.Toda la esperanza que alguna vez supo ser musa, hoy se siente tan distante y lejana... como en un paisaje apreciado y admirado desde una fotografía sin color, tan inalcanzable al tacto y a la degustación como en un sueño interrumpido: sensaciones incompletas que dejan deseoso al dueño, transformándolo en un ser insatisfecho y vacío, con grandes aspiraciones a la plenitud que jamás terminó de conocer ni en su más válido intento.
Ve lo que queda de los humanos. Los observa pasar, forzando su mediocre vista al extremo.Van y vienen, sin un rumbo certero, se atropellan, en el impacto sus masas corporales se funden en una y entonces horribles engendros surgen de aquellas fusiones, cuerpos con varios pies y manos, y horribles bocas pidiendo ser alimentadas. Hambrientos, comienzan a devorar sus propias carnes, se arrancan las extremidades, y sus cuerpos incompletos caminan en cuclillas, se arrastran, reptan. Se impresiona un poco con aquella carnicería, aunque el tiempo le ha vuelto más insensible a lo cotidiano. Cual anestesia que duerme los sentidos ante situaciones de dolor físico que de otro modo sería intolerable, su interior ha sido adormecido y ya no logra permanecer consciente del todo.
Cierra el agrietado ojo vidrioso con párpados de tela, enciende la luz y busca ese otro vidrio que refleja el adentro: sí ahí está el antiguo espejo, asomándose por debajo de las fatídicas telarañas. Allí puede observarse a sí mismo y a su entorno. No ve más que las paredes sucias encerrando un cuerpo ya sin forma, “¿Cómo es que entré aquí?” No se reconoce del todo, encuentra quizá un leve parecido en la mirada, mas ésta mucho más apagada, sin aquel fulgor que su memoria le trae como un difuso recuerdo.
Y entonces, una cadena de imágenes del pasado comienzan a sucederse, una tras otra, en el interior de su mente.Y allí están el campo verde con sus grandes árboles, y un cielo despejado con pájaros volando en él, gente caminando de la mano, algunos riendo, otros comunicándose. Una casa con paredes blancas,y en una de ellas un enorme ventanal con vista al lago, niños corriendo y jugando, una cálida sonrisa en un rostro femenino, un grupo de fonemas que salen de su boca y lo conmueven, un espejo que brilla reluciente en la esquina de la habitación, y en él , el reflejo de un hombre esperanzado, de un hombre casi pleno.

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